La fe herida.
La joven mujer de aspecto aniñado sonrió lentamente
y en sus ojos el dios pudo contemplarse durante un breve instante.
La mujer guardó silencio, con la pausa mecida entre sus labios,
y el dios la comtempló durante un breve periodo de tiempo.
La joven aspiró el aire limpio que la rondaba y desvió lentamente su mirada
sin ser consciente de que el dios la observaba y a su vez la estudiaba.
La mujer abrió la boca y, con los labios llenos de nostalgia, habló de forma sincera,
esperando que aquellas palabras de dolor aliviaran la pesadez de su corazón.
El dios se la quedó mirando fijamente, sin saber muy bien qué decir o qué hacer
y comprobó con cierto estupor como aquella mujer con cara de niña hablaba de forma sincera.
Y en aquellos mismos intantes, en los que nada se esperaba que la interrumpiera
el suave viento meció sus labios, sus palabras se esfumaron y sus lágrimas volvieron.
Y el dios, compasivo y asombrado, la atrapó entre su brazos y le hizo un juramento de amor,
Le prometió que si se ella se quedaba a su lado el dolor y la tristeza jamás volverian a estar a su lado.
La joven simplemente sonrió y aceptó la petición de aquel hombre que en realidad era un dios.
Akasha Valentine © 2010
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