Angelica
Kauffmann. Fotografía: Wikipedia.
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POEMA
VII – FUGACES SEGUNDOS. AKASHA VALENTINE.
Sin
rumbo, angustiado por la idea de tener que caminar de forma
permanente sin un propósito por el que seguir adelante, fingí mis
propias pisadas y borré con las palmas de mis manos las huellas que
iban dejando tras de mí mis zapatos. Pero como un mal compañero de
viaje la oscuridad me seguía allá donde iba, sin posibilidad de
escapar de ella, aferrada a mi cuerpo imitando la silueta de mi
figura en cada esquina en que parábamos. Ahora me atrevo a confesar
que el miedo que sufría por entonces era irracional, casi como un
mal sueño del que no puedes despertar. Creía firmemente en los
espejismos que la vida me mostraba aliviando el cansancio de mis
huesos y reconfortando a mi espíritu inquieto. Pensaba que si
lograba acomodarme en una vida falta de emociones nada lograría
sorprenderme y por lo tanto me ahorraría sufrimiento. Pero no sabía
cuán equivocado estaba hasta el día en que te conocí y el telón
de mi vida se levantó para representar la obra de mi destino.
El
día en que te conocí tú estabas de espaldas a mí. El viento que
por aquel entonces permanecía en calma se agitó brevemente
levantando los pétalos en flor que cubrían el mismo suelo en el que
tus pies permanecían fijos e inmóviles como si las raíces de los
árboles te hubieran atrapado con sus largos brazos y te impidieran
escapar de ese paisaje bucólico que llenaba nuestros ojos y lograba
ablandar nuestra alma. Suspiré levemente, casi aterrado ante la idea
de romper esa imagen tan inocente que se abría paso ante mis ojos y
que estaba siendo representada en exclusiva para mi persona. Me quedé
sin palabras, conmocionado por la belleza de tu figura. Tragué y
expiré un aire que me quemaba por dentro mientras mi pecho se
retorcía de dolor y cuando creí que nada más podría hacerme
perder la compostura tu brazo se extendió vanidosamente y tus
diminutos dedos surcaron el cielo intentando alcanzar mis mejillas
ahora enrojecidas por las emociones. Tu voz salió de tu boca y
maldije al viento por llevarse consigo tan delicioso sonido y esas
palabras tan cortas y sencillas.
Quise
correr para tocarte pero tuve miedo de tropezar, así que comencé a
caminar muy despacio, arrastrando las suelas de mis zapatos para
tomar tu mano y alzarte entre mis brazos mientras mi corazón latía
con violencia pidiendo clemencia. Me he encontré sin yo saberlo cara
a cara con tus ojos y conmovido por las emociones sentí que iba a
morir entre tus brazos mucho antes de poder saber tu nombre. Fue el
incómodo silencio, o tal vez la intensidad de nuestra mirada, lo que
nos obligó a ladear nuestra cabezas y a impedir llegar a más en
aquellos mismos instantes. Pero nuevamente tus gestos me
sorprendieron de tal manera que a punto estuve de caerme de espaldas
pues tu mano, cálida y suave, tomó la decisión de posarse sobre mi
áspera y cuarteada mejilla mientras sucumbías al color de mis ojos.
Sentí pánico al darme cuenta de que en realidad nunca había
sentido nada como aquello hasta el mismo instante en el que te
conocí. Mis ideales, mis creencias, que hasta entonces habían sido
tan frágiles como una escalera de naipes, se derrumbaron y cayeron
estrepitosamente haciéndome ver que si me quedaba a tu lado la vida
contigo sería como un fugaz segundo, pero tan valioso e intenso que
ni mil vidas sin ti podrían igualarlo.
- FIN-
Akasha
Valentine: http:// www.akashavalentine.com
NOTA
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