domingo, 4 de enero de 2015

POEMA XVI- MERECIÓ LA PENA DE AKASHA VALENTINE.

Jacques-Louis David. Fotografía: Wikipedia.  

POEMA XVI – MERECIÓ LA PENA. AKASHA VALENTINE.

Amiga mía, mi más preciado tesoro, más valiosa que el oro, más resplandeciente que un cielo nocturno, no hay un solo día en el que no bendiga tu amistad, pues lejos quedaron los días de oscuridad, y al tiempo a quien en épocas pasadas lo vi como el más vil de mis enemigos, ahora lo acojo con benevolencia entre mis manos, y meciendo a las agujas paso las horas entreteniendo a los segundos y rogándole de vez en cuando que sea clemente y no se vuelva en mi contra, ni vuele cuando en mi memoria te rememore. Vacías quedarán las múltiples estancias de esta casa, a la que el adiós ya le ha puesto el nombre de olvido, más no quisiera importunar tus pensamientos, así que me quedaré a unos metros de tu espalda, con mi hombro apoyado sobre el umbral de la puerta, viendo tu alma brillar de manera más intensa que los rayos del Sol. Si hoy vivo gozoso de una libertad que el miedo me arrebató fue gracias a ti, por tus palabras, que con una fuerza y vibrante energía lograron disipar los oscuros cielos bajo los que yo vivía sin poder ver la luz de la verdad. No te muevas todavía, y si lo haces ladea tu cabeza de manera lenta, pues yo quisiera grabar en mi memoria cada uno de tus movimientos para idealizarte cuando ya no estés, para recordarte tal y como eras, con tus escasos defectos y tus múltiples virtudes. Tan preciada y tan querida para mí eres que hasta temo que con la torpeza de mis palabras pueda dañarte, herirte o de alguna forma romperte para siempre. Quédate tranquila, compañera, iré hasta donde tú estás para sentarme a tu lado antes de que tus labios se muevan y añoren el tacto de mis palabras siendo llevadas por el viento para tocarte con ellas y dibujar así en tus mejillas el rubor de un tono rojizo. No malgastemos ni un segundo más en perdernos en conversaciones banales, corto es el tiempo que ya nos queda, y tú, mi luz, irás a un lugar mejor, donde la felicidad, los sueños, las esperanzas que con tanto esfuerzo labraste y sembraste habrán florecido sólo para ti, y esperan ser recogidas por esas manos a las que siempre me gustaba aferrarme. No lo dudes, el cariño que te profeso es más fuerte que el que sienten dos amantes, más respetuoso que el que se tienen una esposa y su esposo, y aun tan valioso e importante como el más preciado de los tesoros de la humanidad. Vamos, date prisa, no te quedes aquí sollozando, porque mis palabras no querían traer a tus ojos estás lágrimas con las que estás empañando tus párpados, pues yo lo único que he deseado es que supieras que no importa a dónde vayas o con quién estés, siempre estaré pensando en ti, preguntándome en todo momento si estarás bien; si estás llorando o por el contrario riéndote y lo más importante para mí, si de verdad serás realmente feliz y afortunada. Aunque nunca dudaré de ello, pues alguien como tú se merece ser tan feliz que incluso el hecho de contemplar tu risa logre hacerme doler hasta el último de mis huesos. Gracias, amiga mía, por dejarme haber formado parte tu vida, me alegra haberte conocido, y doy gracias a la misma vida por haberme ofrecido la oportunidad de poder ser mejor persona gracias a ti. Donde quiera que vayas, y lo que quiera que hagas, nunca olvides que alguien como yo estará siempre velando por ti, hasta el final de los mismos tiempos. Adiós amiga, adiós.





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