Eugène
Delacroix. Fotografía: Wikipedia.
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POEMA VI – EL DOLOR DE NUESTRA PIEL. AKASHA VALENTINE.
Fingí. E incluso llegué a enterrar mis propias emociones bajo grandes capas de arena. Yací en lechos escatológicos con el único deseo de arrancarme el aroma de tu cuerpo cuando nadie me viera, pues confieso que ese mismo perfume ahora vive bajo mi piel y su embriagador aroma me saca de quicio. Cerré los ojos y paladeé mientras imaginaba el dulce sabor que tendría mi muerte, pues mi alma desgarraría mi cuerpo para liberarse de la condena que le impusieron sin tan siquiera haber tenido la oportunidad de defenderse. Si cierro los ojos aún puedo verte, sentir el calor de las yemas de tus dedos sobre mi desnuda espalda. Mi lengua se quema, mi garganta se seca y mis labios se agrietan, pues añoro el duro sabor de tus besos y las roturas y heridas que quedaban tras ellos. Recordarte es añorar el dolor, es ensalzar la imagen del tormento o peregrinar en las áridas tierras del calvario. Negarme a tu voluntad es pulverizar mis incorpóreas aspiraciones, por eso siempre quiero más de ti, aunque pierda la consciencia cuando tiras con violencia de la cadena con la que me atas a tus corazón.
Lo
odio todo de ti. Desde el color de tus cabellos hasta la forma en la
que caminas. Cuando te miro a los ojos tu retorcida alma me seduce
con zalameras palabras y siempre acabo siendo doblegada a tu
voluntad. Si echo la vista atrás sólo recuerdo el desasosiego que
me producía estar en la misma habitación que tu persona. Me
aferraba a mí misma mientras me mordía con fuerza la boca para no
gritar presa del terror que me producías cuando tus dedos se
introducían en cualquier cavidad de mi cuerpo expresamente abiertas
para ti. Tu boca me quema. Hace que mi piel se consuma lentamente.
Tus besos dejan marcas visibles sobre ella, y yo grito presa del
placer que me produces cuando tu masculinidad busca el calor del
interior de mi sexo. A horcajadas sacudes mi cintura. Evito mirarte
en todo momento, pero me es difícil ignorar el volumen de tu torso,
o evitar apoyar mis manos sobre las columnas que forman tus brazos.
Un intenso calvario comienza a rasgar las entrañas de mi cuerpo.
Grito en silencio mientras ruego entre exclamaciones confusas el
deseo ser liberada.
Creo
alcanzar el cielo sin haber muerto, mientras tu gimes en mis oídos y
me obligas a seguir proporcionándote un placer que mi cuerpo es
incapaz de resistir. Me doy cuenta de que siempre acabo perdiendo
ante ti, pues tus brazos me mecen en una noche bañada por los claros
rayos de una luna que nos mira con recelo envidiosa por no poder
sentir aquello que nunca podrá tener. Cuando me sostienes así me
siento abrumada, quiero alejarme de ti pero no puedo hacerlo, pues me
abrazas con tanta fuerza que hasta el aliento se me corta y es
entonces cuando vuelvo a recordar el pasado, anhelando volver a ser
esa niña inocente que un día fui y que en tus brazos murió la
primera noche en que me hiciste tuya sin previo aviso. Por eso te
odio con todas mis fuerzas, pues tú eres mi eterna confusión. Si me
alejo de ti enseguida quiero regresar a tu lado, y cuando estoy
contigo en lo único que pienso es en salir corriendo para poder
escapar del daño que me haces si te dejo tocarme más allá de una
simple caricia. No quiero seguir sintiéndome de esta forma por mucho
tiempo, así que libérame ya de este tormento que viene en mi
búsqueda cada noche en la que sé que tú no estás a mi lado y
yaces en brazos de otra mujer cuyo nombre no recuerdo y cuya imagen
se ha difuminado en mis recuerdos.
-FIN-
Akasha
Valentine: http:// www.akashavalentine.com
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