domingo, 26 de diciembre de 2010

EL VACÍO DE UN AMOR YA MUERTO. POEMA LXXIV. AKASHA VALENTINE





El vacío de un amor ya muerto. 

Puede que aún no seas consciente del vacío que ha dejado tu partida en el interior de mi ser.
Maldigo al tiempo que te ha separado de forma injusta de mi lado
y a la vez tengo que bendecirlo pues sin él los recuerdos que tiempo atrás formamos juntos
se hubieran desvanecido como gotas de agua en el desierto.



Mis ojos, ahora llorosos, apagados y doloridos, lloran sin cesar tu partida, mi amor.
No encuentro consuelo en las palabras que tiempo atrás busque en tus labios
ahora sellados para siempre por un candado que no tiene llave.



Mis labios, ahora rotos de dolor y secos por la falta de tu amor, se rompen en mil fragmentos
al igual que lo hizo mi corazón en el momento en que tu mano dejo de sostener la mía.



Miro tu imagen yacer sobre este lecho de muerte y dolor y aún mantengo la esperanza
de que en cualquier momento tus ojos se abrirán de nuevo para mí
y todo habrá quedado en un simple malentendido, un amargo dolor, un recuerdo para el olvido.



Pero a medida que mis ojos lacrimosos se acercan más a tu persona soy consciente de que
por más que lo anhele o lo desee no volverás a mirarme como lo hacías tiempo atrás
pues un ladrón sin escrúpulos te ha dejado ciego y ha cosido tus ojos con un hilo invisible
que me hace muy difícil la labor de buscar unas tijeras para cortar esos hilos que te mantienen cegado.



El viento se lleva tu aroma lejos, a lugares donde jamás estaré o donde jamás estuviste en vida.
Y aún así, tonta de mí, intento cazarlo con mis frágiles manos para retenerlo entre las yemas de mis dedos.



Ya nadie pasa ante tu lecho de piedra salvo yo, una mujer que jamás pudo olvidarte,
una amante que anhela que su amado regrese a su lecho para calentar el cuerpo de ambos,
una fiel esposa que con cierta premura espera que regreses a casa.



Pero sigues sin moverte de tu lecho de muerte, sin poder hablarme o mirarme.
No encuentro palabras de amor o consuelo que alimenten mi alma o calmen la sed de mis lágrimas.



No encuentro color más hermoso que el negro, pues es el color que tiene ahora mi alma
y el color de nuestro amor ahora sin vida.



Cubriré con el tiempo mi rostro bajo un velo negro para que así no puedas ver lo que las heridas
de tu pérdida han causado en mi rostro joven y lozano.



No me importa que me digan que la muerte me acecha en cada esquina, en cada pena que me trago,
en cada lágrima que alzo en tu nombre.
Pues amado mío, ante tu tumba te digo que la muerte hace ya demasiado tiempo que me alcanzó
y ya no siento ni padezco dolor alguno, salvo el que tu pérdida me causó.


Akasha Valentine © 2010

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